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sábado, 5 de febrero de 2011

Y la Luna rodó



Y la luna rodó a los pies de la noche
embriagada y beoda, destrozada y vencida,
derramando en la acera roja sangre de herida
se aferró al parafango corroído de un coche…

Y el chofer conductor
encendió su motor
sin saber de una luna que rogó
por un poco de ayuda y un paltó
con que pudiera cubrir
su desnudez bermeja y carmesí.

Regrésate a tu cielo nocturno;
rodéate de estrellas trepidantes
y vuelve a gobernar a las mareas
zurciendo vientos, brisas y fortuna,
tejiendo los romances a la una.

Devuélvete luna a orbitar tu Reino
de eclipses y de sueños y de sexo ajeno;
de encantos, desencantos y pasiones,
bañando con tu luz los corazones
que gozan cuando el cuerpo está convexo
y buscan rellenar concavidades.

No quiera transitar las calles grises
ni quieras tú morir la muerte inerte
en estos malogrados callejones
en estas tremebundas avenidas.

Y la luna volvió a su cielo nocturno
en las alas de un viento que le alzó la esperanza;
y más allá del bullicio y del horror se elevó
donde reinan silencio y el candor más hermoso que existió
a danzar con luceros inquietos su magnífica danza
del amor curativo, del amor que sanó
las heridas profundas de dolores lejanos
las heridas perdidas de dolores huraños y profanos
que jamás volverán y jamás volverán…

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