Vaya, vaya, vaya,
saltaste la valla
buscando una baya
en los jardines del ayer
y entre ayes y llantenes
te aventuraste allende las fronteras
del atardecer en Valladolid.
Y fue la sombra del Cid
la que, dándote esperanza,
te animó a empuñar la lanza
y enfrentarte a tu destino
enrumbando hacia el camino
de la intrépida autoestima.
Y es la nube la que mima
a ese cielo oscurecido
y es el viento, el muy bandido
el que mima a la ola andante
y es un nuevo comediante
el que trae sabor de luces
¿y no son todas las cruces
los calvarios del edén?
Pues bien
has logrado reencontrarte
y ya sabes a qué sabe
el honor y la humildad,
y la gloria que se esconde
sólo Dios sabe dónde…
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