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sábado, 9 de noviembre de 2019

El ambiguo

Yo, el solitario sin fronteras,
discípulo de Esopo
y Tío Tigre y Tío Conejo,
cordero al matadero de infancias agresivas
talladas por el bisturí quirúrgico,
perpetuadas en memorias consistentes.

Yo, el nunca huérfano,
el jamás hambreado,
el indisciplinado, desobediente, malhumorado,
el solitario,
el renegado,
ovejo negro teñido de negro por críticas y culpas y resentimientos.
Yo el avezado, odioso, odiado, malquerido, receloso, rencoroso, reprobado,
mutilado y desprendido por amniocéntesis,
fetalmente elucubrado:
soy yo mismo;
soy mi sombra de purgatorio vagando en el desierto,
enfrentada a paladines injustos,
amordazada por pilares de verdades absolutas,
desandando los relojes de la historia personal que me condena,
agrietando el oleaje de las ramas verdiazules
que cantaran las añejas canciones de ciudad.

Yo, el gris
de polvo,
con plomo circulando por mis venas clandestinas
y vigor de aceituna y margarina
y tormento de frutales dominados por la noche,
inspirados por el miedo al relámpago y al trueno.

Yo, el silente,
el paciente que todo lo tolera;
en danza macabra hacia el hechizo masoquista
bajo mangos poderosos de risueño amarillismo.

Yo, el intransigente,
enredado impíamente en hogueras peligrosas,
en el baile de fogatas nocturnas y brumosas
de marcada brujería intemporal.

Yo, el mágico,
el sublime, el milagroso, el santo, el ángel caído a los infiernos de esta tierra
azufrada y pestilente;
en medio de tanta gente
que; como yo,
suspira ante el futuro
clavada a las cruces del pasado.

Yo el osado,
maniatado,
despojado,
alienado...

Soy tan gris como presumo,
y más transparente que un arroyo.
Soy tan negro como el ébano
y más brillante que la aurora.
Soy ying / yang,
soy lo que soy también gracias a tí,
verás de mí lo que hay en tí
ni más ni menos.


Yo el espejo
en que se refleja el mundo,
que no es otra cosa
que la otra cara de mí mismo....


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